sábado, 6 de septiembre de 2008

Que grosero (alguien diria: no se kien)

Baratijas filosofares.

Se puede decir que es una buena filosofía acabarse media cerveza de un trago. De uno solo. Así se consigue pensar mejor y más claro que tomándose una taza de café ardiendo de un solo trago. O a ridículos sorbitos.

Permitirse trabajar para buscar trabajo es otra cosa de esas que entran en la filo Sofía de la vida, eso y entrar en interminables debates con los amigos sobre los viajes en el tiempo de los aztecas amaestrando dinosaurios.

Pernoctar en medio de gente que solo desea entrar en trance consigo misma. Ver como la sociedad se va acabando y la historia se puede llegar a repetir sin ganas de hacerlo. Diferentes urgencias hacen que todos seamos de cierta manera iguales; siempre en búsqueda del autoperdón y de esa autoestima tan esquiva pero tan querida.

Todo esto (y lo que falta) para que el escriba sienta un poco de ganas de permanecer aquí, en este lugar lleno de chinches memories y atascado en un lugar nada cómodo. Pero confortable y facilón. Solo es cuestión de darle la vuelta a esas ganas de encontrar el momento propicio de desvanecerse con todos sus tiliches bien organizados. Y tocar esa piel escondida en quien sabe donde y quien sabe con who was.

Disfrutar de los próximos conciertos de metal y de no metal. Comer diario quekas de huitlacoche gigantes y disfrutar de una desmemoriada urgente.

Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiin embargo la puta tecnología es tan puta que con solo apretar un mini botón todo se vuelve negro, gris y de colores. Y son colores que ya están tan cansados que parece ser verdad que se han terminado. Y a mi me han cagado siempre las cosas que se acaban. O que no terminan. Y la vida es así.

Me debería de sacar la lotería.

Por eso digo: Vayámonos todos a chingar a las madres de otros. Ajua!

El perfecto soundtrack para este panfletillo:



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