Búscame en un bote de basura…
Si todo sigue así ahí me podrás encontrar.
Descompuesto y lleno de larvas de moscas hambrientas. Me darán mordisquitos en mis manos y piernas, te aseguro que serán placenteras.
Mis ojos de plástico quemaos por las colillas de cigarros se deformaran por el calor. Parecerán los ojos de un diablo maldito. Deformes y monstruosos. Pero bien lo sabes que no.
Mi pelo güero, muy en onda “afrolacio”, estará tieso y crespo por las interminables coca-colas que derraman los adictos a tan espesa bebida.
Jugaré con cucarachas (siempre ellas) y ratas viejas que platicarán de sus aventuras en el K.F.C de la esquina. Y de cómo se comen y cagan sobre la comida. Que atrevidas.
Y puede ser, quien sabe, que a lo mejor un niño de esos mugrositos y que hacen seudomalabares debajo del semáforo me recoja de aquí. Me lleve a su casa y me lave toda la mugre que me cubra. Al poco rato seré participe de las más locas aventuras junto con un puerco alcancía, una pelota desinflada y una Barbi loca sin nariz ni ojos. Bellísima.
Con el maldito tiempo el niño mugrosito se convertirá en un muerto más de las calles.
Y yo seré de nuevo depositado, sin el menor temor, en un gran basurero municipal.
Pero lo bueno es que los muñecos no pueden llorar…
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