lunes, 26 de mayo de 2008

Cuando el sueño es lo más importante.

Si no es considerado improperio, permítanme decirles lo que siento:

La desolación está en mi. Y no sé porque, solo sé que he sentido el puño del deseo en mi garganta. Con unas ganas terribles, ansiosas de salir y no deber, poder hacerlo.

¿Qué pasó con eso que se sentía?¿Que yo sentía?

Una careta de “no siento nada” se mostró cual disfraz en mi. El tiempo se acortó, cual mentira desechada en minúsculos pasos rápidos. Nadie sabe el motivo. Pero las partes se unieron, a lo mejor, para saber que ya nada es posible entre estos dos. O al menos eso se quiere creer. Y no hacen nada para pensar lo contrario. Solo hasta que me alejo con un despido la esencia del pasado emite su onda a través de mi memoria. Una memoria que ya no me acordaba. De saber que dejé que la mujer más bella se haya ido, la encuentro, se vuelve a ir y ahora esta ahí pero ya no para mi. Jugar con la amistad, que nunca deseé y que ahora veo puede ser un callejón sin salida. Un árbol que solo dé frutos bizarros.

Dejar irse toda sensación de afectividad ruda, maciza, pura y maldita. Contener eso que no sé si era un llanto dentro del taxi. ¿Cómo se puede llamar amor a esto? Estoy seguro que no lo es. Esto ya no es amor. Es todavía más. Sonará a cliché tevenovelesco pero la verdad va más que una simple palabreja: Amor. LA palabra tan usada y maltrecha, una palabra tan puta como dios, tan invisible e inútil.

Desolado me sentí al saberlo. Porque no sé que es. Y ni me aterra ni me preocupa, solo me desdibuja la duda. ¿Qué es lo que siento? La rodilla, el pequeño roce era gozo. Una increíble sensación de placer sin nombre ni tiempo. Solo quería que se quedara ahí. Pero la quité y la quitó. Encuentro de solo 2 segundos. Charlar de lo que haces y lo que yo hago. Y ya. ¿Dónde putas está todo? Acepto que se logró lo que se quería. No sentir nada. Para que sufrir más desengaños si nada es lo que cambia. Nada. Solo ese puño en mi garganta. No desear el placer de llorar frente a un desconocido. ¿Para qué?

Ojos, vestido amplio, risa, camisa blanca, mochila y cero confianzas. Solo un 35% de verdad. Y un abrazo como iceberg. Viendo la banqueta razoné lo que debía de hacer. Y que nunca hice. Así como llegó se fue el pensamiento. Cabrona costumbre de estar ya solo. De ser ya no más una parte de alguien. De algo. Ver lo que más has amado y ver que ya no es. Lo mismo pasa en todos lados.

Asolado por saber que ya se trasformó en una línea más en cualquier arruga de viejo. Reconocer que el miedo ha ganado. Saber que “el amor” es ya usado. Ya no hay nada aquí para ti. Ni para mí. Solo para todos los demás que no conoceremos. Nuestro apestamor.

Saberme aburrido, corrupto e ignorante. Sentirme incluso como intruso. Y aún así pensar que hay algo más allá del amor pasado por tequila, cerveza, ron, coca, mota y anexas. Algo que nadie sabe qué es. No es cojer, no es chupar, no es loquear. ¡Quien putas lo sabe? Nadie, cabron nadie. Solo sé que soy suyo. Todo. Si quiere hasta para destruirme. Tocar fondo. Del todo a la nada y viceversa. Así es la vida, ¿no?

Vivir de la memoria apesta. Hay que hacer que un nuevo instante sea el mejor. Y de ese instante tomar las manos de alguien y decirle: Quiero ser tu cabron para siempre. Y morirme.

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