martes, 6 de mayo de 2008

Taste it!

No es necesario mentir, pero mis cigarros se han terminado una vez más.

Sin más nada que hacer que ver insectos en suelo, esta vez observo lo que es una minicatarina. Una como las que todos conocemos pero en tamaño miniatura. Una Catarina bebé, por así decirlo. Está perdida, tal y como todos los insectos parecen estarlo, en el patio de mi casa. Si es que a ese pedazo de cemento se le puede llamar patio. El insecto se pasea encima de mi último cerillo. Al parecer la cabeza semi encendida o media apagada del cerillo no le importa, ella se tambalea muy decididamente sobre el palito de cera. Y cada vez se acerca más al lugar donde puede tener fin su vida.

No puedo dejar de observarla. ¿Cómo algo tan pequeño puede ser todavía más chico? Una catarinita todavía más chiquita que las que normalmente observo. Me intriga saber si no se trata de un robot. Y se comporta como tal.

Al llegar a un milímetro del carbón de la cabeza del cerillo se desvía de manera sorprendente. Si yo fuera más chico que ella la vería como si se tratase de un camión de volteo, un torton, dando una vuelta a más de 120 kilómetros por hora en una calle de 3 metros de ancho.

Del palito del cerillo se dirige a la pared. Para llegar a ella se va dando pequeñitos brinquitos y moviendo sus alas. Demasiado pequeñas. Pero que si fuera yo un enano las escucharía como si fueran cien helicópteros al mismo tiempo volando sobre mi cabeza.

Por eso pienso que es un robot. Ningún insecto se comporta así. Hoy vi unas hormigas y no eran tan perfectas como ella. Como la catarinita tonturrona. Las hormigas y ayer una cucaracha violenta de noche. La muy cabrona se me aventó justo en el momento que la iba a agarrar para destriparla y tirarla a la basura. No es qué les tema pero sentí medio gacho al tener contacto con ella. Justo al atraparle con un pedazo de papel me hizo: GISHHHHHHHHHHHHH. No sabía que las muditas alimañas esas pudieran emitir sonido a tal grado que los “humanos” las pudiéramos escuchar.

Gishhhhhhhhhhhhhh, no pues, automáticamente aparte mi mano. El insecto aprovecho mi susto para huir hacia los cables de la compu. LA busque de nuevo agachándome, moviendo cables, haciendo shu shu, maldiciéndola y todo para que al voltear mi cabeza ella estuviera en el mismo lugar en donde la quise atrapar. Ahora no hizo Gishhhhhhhhhhh sino: Jajajajajiji. La muy cabrona se estaba riendo de mi. Fui por un trapo un poco más consistente que el papel y ahora si la pude atrapar. Se sentía obviamente enojada. Pero aún así no la solté. Apreté más hasta que escuchó el clásico crunch que toda cucaracha produce al ser exprimida. Como si fuera un barro gigante. Y se lo exprimieras a la pared. Las cucarachas son el acné de las paredes.

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