martes, 20 de mayo de 2008

Sin ganas.

La mitad de una Luz.

Se evapora como vino tirado. Se seca y queda la mancha en un mantel tejido. Sé que el vaso estaba lleno de luminosidad. Más la mitad ha sido bebida, tragos envueltos en reflejos que juegan con los sorbos.

En su lado la luz se convierte en halos opacos. No existe la claridad del día uno. Ni debe de.

Sorbos diarios de membranas cerebrales actúan como lienzos de piel que nunca será borrada.

Incrementó la dosis de indiferencia, de vagancia, de un pasado no existente.

Y ante tales visitas lo mejor es recrear el placer. El hambre de no ser el único que se queda en medio de la Luz. Ansia de recobrar la inutilidad del paso descalzo. Aspiración malsana eterna desear la atmósfera del beso.

Pero el hueco brillante, de varios días, es un mural de colores nuevos. Y nadie quiere a lo arcaico. A lo que se repite, nadie quiere a la vida. El miedo a lo nuevamente hecho. Un desasosiego mutuo pero diferente. Radical y separado.

Ante el arrebato de la mitad lumínica solo me queda apreciar sus estertores. Su calidez tan fría. Ese impulso por hablar con las mismas letras, y que sean reconocidas más no mal traducidas en aspectos de peligro latente. El riesgo de caer en un manantial de vino amargo, no dulce ni claro, un charco de caricias llenas de nueva agua.

Nadie está en el nivel superior. Solo es un paso a la vez y cada quien lo da según sus ganas de correr.

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