viernes, 19 de diciembre de 2008

LA VERDADERA HISTORIA DE ALGO QUE NUNCA OCURRIO.

Filomena se preparaba esa mañana para salir rauda al trabajo. Hacía dos días que no se presentaba y el tercero ameritaba una amonestación por parte de su jefe, el cual era muy estricto o al menos se acercaba a eso que nosotros solemos llamar “demasiado cabal” en las cuestiones laborales.

Filomena se peinaba, maquillaba, lavaba los dientes, se depilaba las pestañas y cejas, se cortaba las uñas de los pies y se tomaba un yogurt sabor avena en menos de cinco minutos. Odiaba que se le hiciera tarde cuando muy bien podía llegar temprano a donde debía de llegar.

Así que tomó su bolso y sus llaves. Abrió la puerta de madera rechinante y salió a la calle. Al momento de estar cerrando los cuatro candados de su puerta se dio cuenta de que algo raro le saltaba a la vista.

--¿Qué putas es eso?—Se preguntó Filomena.---¿Quién chingados pintó mi pared?

Filomena se detuvo un momento a contemplar lo que alguien en la noche había pintado en la pared de su casa. Se hincó para poder leer mejor el mensaje. Se alejó un poco y así pudo comprender lo que las complicadas letras decían. –No mamar ¿A quien se le ocurrió hacer esto? Pero de inmediato supuso. —Claro, tiene que haber sido aquel— Sin ninguna duda en su cabeza asumió que el autor de tal “travesura” había sido su ex compañero de cuarto.

--Que cabrón y que estúpido—Pensaba enojada Filomena--¿Qué cree que con esto va a solucionar lo que ya está solucionado?, ¿Acaso cree que con esto voy a volver a pensar en él?

Y claro que volvió a pensar en él pero de una manera en la que nadie se podía a imaginar. Solo ella.
--Que poca madre tienes Artemio.

Mientras Filomena se comunicaba de nuevo con su jefe diciéndole que otra vez no iría a trabajar debido a un acto de vandalismo grafittero sobre la pared de su casa, Artemio (su ex rumi) se levantaba otra vez crudo. Crudísimo como era su costumbre.

Artemio se levantó, escupió en el suelo, se volvió a acostar y se estiro cuan largo era, se volvió a incorporar y se dirigió al baño. Observó su cara llena de granos y de vellos que nunca podían formar una barba decente. Sus ojos rojos, sus dientes amarillos y su melena con caspa denotaban que la noche de ayer había sido como muchas últimamente.

Lleno de alcohol había caminado por la calles en búsqueda de algo que nunca encontraba. Lagunas mentales y algunos golpes que quien sabe donde se los había dado eran pruebas irrefutables de su ya casi mítico alcoholismo.

Trató de bañarse lo mejor posible pues no tenía jabón, así que solo se talló los codos y las rodillas y dejó caer un chorro de agua caliente entre las nalgas para evitar ese olor a cola que tanto molestaba las gentes con las que trabajaba. Salió de la ducha, se vistió con la misma ropa de ayer y desayunó lo pocos corn flakes que quedaban en una caja que parecía nunca se iba a terminar.

Salió hacia su trabajo y pasó todo el día envolviendo regalos para navidad, actividad por la cual cobraba el sueldo mínimo y con eso se sentía medio contento pues no tenía que sostener a nadie y hacía tiempo que ya no vivía con Filomena a la cual le había dejado un muy mal sabor de boca con su última estadía.

Artemio era muy dado a organizar seudoperfomances bizarros ante Filomena cuando ambos tomaban. Pero Artemio era un malacopa profesional y solía avergonzar hasta al más ducho borracho con sus locas ideas, provocativas charlas y peligrosos actos de malabarismo etílico.

Hasta que un día le colmó el plato a la pobre Filo y lo mando directito a la chingada y sin boleto de retorno. Esto Artemio no lo tomó muy bien que digamos y trató por todos los medio posibles hacerle saber a Filomena que estaba arrepentido, que nunca más haría el oso y demás tonterías. Pero Filomena nada tonta siempre le dijo que nel. Pero él insistía. Demasiado diría alguien más hasta que Filomena le preguntó: Bueno Artemio ¿Y para qué me insistes tanto? ¿Porqué chingados no te vas y haces tu vida y a mi me dejas en paz?, ¿Qué te cuesta mucho encontrar otra romie? A lo que Artemio le contestó con una voz seria seria—Porque estoy enamorado de ti.

Por eso a Filomena no le cabía ni la menor duda que Artemico era el autor de tan deleznable acto al rayar la pared de su casa. Estaba completa y totalmente segura. Solo que existía un problemita: Artemio no lo sabía.
Así transcurrieron casi dos meses (Filomena en sus cosas y Artemio en las suyas) hasta que un buen día el bolero que le daba bola a los zapatos de Artemio le dijo: Uyy manito ¿Por qué la cagas tanto y tan seguido? Artemio no le hizo caso al bolero el cual le volvió a repetir—No te hagas el que te habla la virgen? ¿Por qué eres tan wey Artemio?

El sacado de onda de Artemio por fin se dio cuenta de que el bolerito se dirigía él y le contestó--¿Qué no me haga wey de que cabron?--¿Cómo que de qué? ¡Pus de la rayada que le diste a la pared de la Filomena!-- ¿Qué que de qué a la que de quien?—Preguntó Artemio retirando el zapato de la mano del bolero que escupió a un lado al ver la reacción de Artemius.

El bolero solo atinó a mover la cabeza en señal de reprobación. Artemio le dijo: A ver aver como está eso de que según ¿Yo rayé la pared de Filomena? Ah chingá ¿Y cuando hice eso?

El bolero ya medio enfadado le dijo: Pues de seguro ni te acuerdas. Con eso de que te empedas y “pierdes la memoria”…si hasta a mi me has llegado a desconocer, no te hagas Artemiados todo mundo sabe que fuiste tú.
Artemio estaba de verdad ofuscado con las conclusiones de ese pinche bolero. Además ya todo mundo sabía que el había sido el rayador de paredes. No me chinguen pensaba para si mismo.

--Aver no mames. Cuando te dijo eso, que acaso la viste y te dijo o que onda?
--Nooo ella no fue sino que un amigo de un amigo mío que conoce a un amigo de ella le contó y pues se corrió la voz…ya ves. Chisme grande en pueblo peque.
--Ahhh y resulta que el único y muy probable sospechoso soy yo. Ah mira que cómodo. Si hace miles de años que ni la veo.
--Pero sí siempre me cuentas que soñaste con ella.
--Y eso que. No por soñar con ella voy a despertarme e ir a rayarle su pared o lo que haya sido. Es más pinche bolero de cagada…--¿Qué pasó? Si yo solo te estoy diciendo lo que a mi me contaron—le decía el bolero ya más tranquilo, sabia que Artemio cuando se enojaba podía decir las leperadas mas puercas de la comarca.—Bueno disculpa por lo de bolero, pero no manchen, deveras que no fui yo. No mamen ¿Como creen que yo voy a hacer algo así?

--Pero es que mira Artemio, pinche Artemio, tooodo mundo sabe que cuando te pones burro haces cada jalada de no mames. Es obvio que todos crean que hayas sido tú y nadie más.

--A ver, como no saben que Filomena a lo mejor trae ahora a otro wey de nalgas y ese compa fue y le rayó su pared para ver si así le hace caso. Es más yo ni al caso. Yo una vez le dije que estaba enamorado de ella y ya. De ahí no pasó. Hasta ella me dijo que mejor le emigrará a otro país o algo así. Hace tanto que no la veo—Artemio movió los ojos para ver sus recuerdos de cuando vivía con Filomena.

Mientras sus ojos se movían la mente de Artemio viajaba algunos años atrás y veía como había conocido a Filomena y como ella le había dicho que le urgía tener un rommie para poder pagar la renta y demás. Artemio antes que todo le echó un ojo a Filomena (que la verdad no era nafa fefa) y después a la casa. No tardó ni tres segundos cuando él accedió a vivir con ella y compartir la vivienda que ella tan gustosa le brindaba.

Y así estuvieron por cerca de dos años. Pero fueron dos años de patadas y abrazos. Eran tantas las pedas que había días que no había que comer pero si que tomar y pues nadie le dice que no a un buen drink. Pero Artemio era un bobalicón que de buenas a primeras se le metía el diablo y eso desquiciaba a todos. Y más a Filomena que no sabía si correrlo o aguantarlo otro rato más.

Lo que Filomenita no sabía es que este pedazo de cabrón estaba perdidamente enamorado de ella, pero era tan topil que no sabía como decírselo. Artemio creía que si se ponía pedo y se ponía rudo ella iba a verlo como a un gran cabrón que merecía todo el respeto; pero sucedía todo lo contrario. Con cada perfomance mala copa Artemio iba perdiendo puntos. Pero el muy tarado se enamoraba más con cada pedota que se ponía. Y no lo podía evitar: el enamorarse y el decir leperadas de muy mal gusto con lo cual el estaba cavando su propia tumba turbia.

Hasta que sucedió lo que tenía que suceder. Filomena lo corrió y justo ese día a él se le ocurrió decirle que la amaba. Demasiado tarde para los buenos cálculos de una gente decente.

Así que Artemio tuvo que irse a vivir a un congal y Filomena hizo de su vida algo que para Artemio resultaba un misterio. De vez en cuando el se conectaba en el Messenger del cyber café de la esquina y se topaba a Filomena y charlaban largo rato. De vez en cuando Artemio le decía que la amaba y cosas cursis para ver si le daba chance de volver con ella y vivir ya en plan de pareja. Filomena solo se reía sabiendo que el pobre Artemio se deshacía por que ella le diera una segunda oportunidad, la cual nunca se le hizo.

Y así pasó el tiempo hasta que Artemio se dio cuenta de que nunca iba a lograr nada con estar de rogón y menos iba a lograrlo con una actitud de pobre wey sin amigos y ni un perro que me ladre. Así que optó por lo más sano y se fue de viaje.

Regresó y entró a trabajar en la tienda de regalos dispuesto a olvidar que alguna vez en su vida había conocido a alguien llamado Filomena. Hasta que al pinche bolero se le ocurrió contarle lo de la pared.

Pinche pared.

Mientras eso sucedía la vida de Filomena era una montaña rusa. Había conocido a cientos de galanes y dos que tres de ellos le habían movido el tapete. Pero algo ocurría en su loca cabecita que ninguno le daba el 100% y no la acaban de convencer. Para olvidar se dedicaba a beber de vez en cuando una botella de vodka cada dos días.

A Filomena le llovían proyectos en cantidades groseras pero por alguna u otra razón nunca se concretaba nada. Así que para olvidar esas malas rachas se bebía una botellita de licor de Savia cada tres días, alternando con un vodka cada dos. De vez en cuando salía de viaje con amigos y regresaba a su diaria rutina de taquimecanógrafa en la oficina de un señor que se dedicaba a la venta de ganado porcino en su bien persignada entidad. Cada día le hartaba más vivir en ese pueblucho que no le brindaba nada a sus grandes dones de escritora y poeta. Así que se dedicaba a sustentar la vida de sus amigos y la de ella misma en grandes fiestas llenas de todo tipo de sustancias radioactivas. Muy de vez en cuando le llegaba a pasar por la mente la imagen de Artemio diciéndole babosadas. Y eso la ponía de un humor de perro. Por lo que optaba por salir de su casa y buscar fiesta en algún otro lugar.

Hasta se enamoró de un señor dueño de una fábrica de calcetines pero el amor no les duró ni una semana. O al menos eso ella creía. El pobre señor se había vuelto loco con los besos de Filomena pero ella lo regresó a su fábrica con todo y sus regalos. Ella se sentía enamorada pero había algo que ni ella sabía y eso no le permitía creer en el amor. No quería enamorarse. Le daba hueva. Así que cuando se puso a platicar con Artemio y ella leía todo lo que le decía: Estoy muy enamorado de ti y sumamente arrepentido nunca me di cuenta disculpa no sabía lo que hacía dame una oportunidad más, solo él la hacía sentirse bien. Sabía que este perro la tenía en un pedestalote y que de ahí no la iba a dejar caer.

No necesitaba del amor, con coger dos veces al mes se sentía bien.
Algo que a Artemio no se le daba para nada.

Al tratar de olvidar a Filomena se envolvía con las mujeres de las más extrañas costumbres. Una de ellas se creía paloma, otra no sabía hablar español y le apestaba la boca a niño cagado, otra era gorda y con una panza que parecía un barril de pulke lleno, la que más o menos le hacía sentir algo tenía un grado leve de síndrome de down y pues no. Así que por más que quisiera coger (hacer el amor decía) nunca se le hizo. Ni con las meseras más putas de la comarca podía anotarse ni un faje leve.

Por lo que la “esperanza de que la Filo me de un chance aunque sea leve” nunca desapareció de su cabecita loca.

Y cuando supo lo de la pared pues de ahí se agarró. De alguna manera creía que esa extraña obra la había vuelto a poner en su camino. Pero ella pensaba de otra manera.

Una vez que el se enteró de que era culpable de algo que no había hecho supuso que de alguna u otra manera ella se lo haría saber. Pero pasaron los días y ella no le decía nada. Y hasta llegó el día en que se encontraron en un congreso de Forjadores de Piedras preciosas (ninguno de los dos sabia que hacían ahí) y ella ni el se dijeron algo con respecto a la pared. Claro que hubo saludos y amenas minicharlas pero de la pared ni madres.
La plática por medio electrónico seguía como si nada. Filomena con dudas y Artemio con ganas.

Así hasta que se volvieron a encontrar en un Simposium sobre Música que no es Música y otra vez lo mismo de la otra ocasión: Saludos y minicharlas.

Artemio iba super borracho (igual que la primera vez que se vieron después de no se cuanto tiempo en el congreso de forjadores de piedras preciosas) y al verla decidió huir de ella. No podía verla y no sentir ganas de decirle o preguntarle que onda como estas ¿Qué alguien pintó la pared de tu casa? Ahhh pues fui yo. O más bien no fui yo. Yo te lo digo en tu cara.

Pero Artemio solo balbuceaba frases inentendibles y se iba en búsqueda de más cerveza.

Filomena lo observaba y veía a un niño sin amor. A alguien que quiere llamar la atención estando siempre ebrio y seudo alegre. Pero bien sabía que ese mugrosito daría lo que fuera por una segunda oportunidad. Por eso estaba segura que el había rayado su pared. Pero algo la hacia dudar. Ese algo nadie sabe que es. Así que mejor se despidió y se fue a su casa que ya para ese entonces ya estaba pintadita y como nueva. Los rastros de que alguien había rayado una frase ya no existían.

Artemio se preguntaba Bueno y porque no me dice nada. Pero al poco rato se le olvidaba dándole gusto al gusto. Se paseaba de aquí para allá, platicaba con uno y con otro. De vez en cuando se acercaba a Filomena pero sentía culito y mejor se hacía pendejo viendo a la banda que interpretaba música basada en los cuentos de Octavio Paz. Horrible.

Hasta que ambos se despidieron. Filomena a su casa y Artemio a su congal.
Una vez ahí el se conectó para ver si podía charlar con una amiga de Cancun y que le estaba proponiendo irse a vivir con ella. Pobre.

Pero grande fue su sorpresa al encontrarse a Filomena. Ni tardo ni perezoso, aprovechando el vuelo de la pedita que se cargaba, empezó a contar las miles de alabanzas que tenía para con ella. Filomena lo paró en seco contándole lo que ella creía que él no sabía, pero como cuento aquí, él ya lo sabía. Creer lo que tu crees que el otro no sabe, pero que si sabe. Insideout.

Así que Rigoberto le contestó: No pues no fui yo.
Filomena contestó: Ahh que bueno.

Y así dos días pasaron.
Después otra vez lo mismo.

Así que Rigoberto le contestó: No pues no fui yo.
Filomena contestó: Pues no te creo...Ya sé que fuiste tú mamón.

Algo que no sabía y nunca se había imaginado Artemio es que Filomena fuera bipolar. Un día si le cree y al otro no. Eso lo sacó de onda. El pensaba que todo iba a estar bien. Pero no. Nada está bien en esta viña del Señor.

Por días Artemio pensó que tenía una mugrosa oportunidad de platicar con ella y reivindicarse pero nunca pasó eso. En lugar de tranquilizarse optó por lo que mejor sabía hacer: Ponerse una peda marca Diablo Amargo y meterse al café internet por una ventana a las cuatro de la madrugada. Conectarse a internet y claro vociferar en contra de Filomena que nadie sabe porque diablos se conectaba al Messenger a las 4 de la mañana en Domingo!

Artemio dejó salir todo el cariñocoraje que sentía hacia Filomena. En su cabeza llena de etanol no podía comprender como Ella no creía en el.

Él sabía que lo tenia merecido, que tarde o temprano todas sus acciones se le iban a retornar de alguna forma, sabía que su fama de malacopa y de ojete le ponía en bandeja de plata a Filomena que él fuera el único sospechoso de la rayada de pared, eso lo ponía mal, loco. Se sentía insultado (pobre borracho Artemio) que dudara de él que solo se había dedicado a honrar su memoria de romie borracho pero nunca mentiroso. Y explotó.

--Yonofui yono fui yono fui yonofui, aghh te odio por no crerr en mi yo soy bueno y de corazónoble. Te odio pero te kiero, más no burpppp yo no fui yo nofui. —Patético Artemio.

Filomena lo único que hizo fue desconectarse para siempre. Y dejar que Artemio lidiara con sus demonios. Pinche Artemio si tan solo hubiera dicho que si. Pero no.


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