viernes, 25 de abril de 2008

Cuando en mi cabeza no hay nada que ver mejor veo el día.

Dejando atrás los calores y la desgracia de tener que tirar los nuevos plumones (inservibles casi al instante de destaparlos por primera vez) me aplico en el trabajo.

A las 3 es hora de ir a tomar unas cervecitas pa’l calor. Qué aunque trabaje en un lugar con aire acondicionado el aburrimiento se cierne a diario a esta hora. Existen varios barcitos cerca, pero la opción más cercana es Sanborns.

Nunca en mi pedorra vida me imagine ser seudocliente de un lugar así. Los bármanes, como casi siempre, ya me saludan y cuentan historias peladas. La confianza que da el beber a diario dos o 4 cervezas. Me cuentan historias de la noche pasada. De cómo todos les perrean a sus parejas, de cómo fue su primera experiencia sexual, de cómo chinga su jefa, de cómo su hermana le plancha la ropa y le da de comer cuando anda crudo, de cuanto llevan trabajando ahí, de cómo se curan las crudas y hoy precisamente el chaparro viene “en vivo y a todo color”.

Me cuenta que fueron al Pancho Villas y terminaron hasta las 4 de la mañana. Durmió 3 horas y se vino a trabajar. Llegó tarde y la jefa lo regaño. He visto a su “jefa” y es una gorda que siempre esta enojada, siempre con una jeta de “Hay que atender al cliente para que se vaya bien atendido” pero por dentro es una culera. Hace poco observé como los regañaba por poner unos trapos en el suelo... y se los iba a cobrar. Ja.

De lo bueno del barcito Sangrons es el clima. Es un congelador macizo. Hasta se te entumen las manos de tan fresco. Lo malo es al salir ya que la onda del calor te pega de inmediato en todo el cuerpo, haciendo que quieras regresar de inmediato al bar y no salir de ahí en un buen rato.

Pero como todo lo bueno tiene que terminar (aunque nunca queramos) regresé al trabajo a darle a los anuncios. Ya mis coworkers se han acostumbrado a que llegue medio entonado o semi ebrio a darle. Pero es que solo así me entran ganas de trabajar. Pongo un poco de roksito medio fresón para no escandalizar a las masas trabajantes y me clavo en los pinches anuncios. Cuando suena el teléfono contesto de manera automática y modulando la voz anuncio: Si que pedo, quien habla o Buenas tardes o Alóoo o Si bueno buenas tardes. Todo depende de mi ánimo. No me imagino que imagen se hayan de crear mis interlocutores o interlocutoras cuando contesto y les hago la plática para que la espera sea más amena. Es raro. Hay una chica de Monterrey que se queda platicando varios minutos conmigo en el teléfono. Me pregunta de esto y aquello y ella me cuenta de allá y a cuya. La peorcita era una de Municipio que siempre se colgaba a platicarme de su vida. Era tanta su cordialidad que me era insoportable durar más de 2 minutos hablando con ella, pero no sé como siempre alargaba la platica hasta casi 10. Argghhhh. La muerte es para mí: Hablar de más en el teléfono. Claro que existen sus excepciones, pero aún así. No soporto a Armando cuando contesta, salgo a la tienda, compro unos cigarros, regreso a sentarme en un árbol cerca de la entrada, prendo mi cigarro, veo los autos pasar (siempre esperando ver a alguien conocido), fumo mi cigarro, hecho la huevita, subo las escaleras, llego de nuevo a mi lugar y ¡él sigue hablando! ¡No mamar! Se me hace de lo peor. De la mas pinche educación. Hablar por fon. Y luego en susurros. Que pedo!!!!!!!! Me dan unas ganas tremendas de patear su piche teléfono o e metérselo por sus orejas por mamón.Arghhh. Una vez se tardó 20 minutos (contados) en el teléfono normal , solo para colgar , tomar su celular y volver a hablar otros 20 minutos. No no no es posible. Pero bueno allá él y su cáncer de cerebro, ja.

¿Qué otras cosas me cagan de mi trabajo? Pues mi trabajo en si me caga. Jop. Pero pues como diría Cristina ¡Ah! Pacheco: Aquí nos tocó vivir. Eso y que ahora hay camaritas que te siguen todo el día y no puedes meterte una cerveza y tomarla en tu lugar tranquilamente. Cuanta razón tenias George Orwell, cuanta.

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