Miedo a volver a caer. Dejarte envolver. Dejarme ir con todo para que de nuevo; aunque no lo quiera, volver a caer. Eso más que miedo es precaución.
Miedito a no volver a ver lo que tanto te gusta. Miedo a estar solo y loco para siempre. Miedo a convertirte en alguien normal y seguir por la vida como Juan Pérez Sánchez. Mieeedo a no cumplirme lo establecido hace eones. Miedo a dejar todo y no tener nada. Pero no es un miedo que te deje tirado o que no te deje hacer nada. Es un miedo que se queda por ahí. Adentro. Y que es natural. De todos modos por algo se invento el miedo. Para destruirlo, sobrepasarlo y seguir moviéndose. Dejarlo atrás. Pinche miedo inútil. Ay si miedo miedo.
¡A la verga el miedo! De nada sirve vivir en medio de pavorosos pensamientos si no aprendes de ellos. Dejarlos. Por eso muchas cosas no se hacen. Por el putito miedo. Ay si que tal si me pasa esto o me pasa lo otro. Pero si no lo sobrepasas y te quedas esperando a que llegue Juan Camaney ó Pancha Maciza y te lo quite, ya te chingaste.
Además el miedo destruye. Te hace chiquito y estúpido. Te quita de en medio con un soplo. Te hace ver mal. Te quita lo que das. El miedo es una mierda. Y ya.
Por eso queridos estudiantes—El profesor se arregla la corbata y los lentes—no deben tener miedo de los exámenes finales. Ni me odien si los repruebo. Y no vayan a pensar que no los quiero, es más, son mi grupo favorito.
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