domingo, 30 de marzo de 2008

La esperanza no es un plan.

Sobre todo cuando piensas que las cosas van bien. Nunca sabes cuando la felicidad puede ser saboteada. Puedes ser tu mismo el saboteador. Y esto lo he aprendido. Tarde o temprano hay que visualizarse en otros parámetros. En otro lugar y con otras gentes.

Todo esto se puede planear, pero no la esperanza. Está surge en momentos en que ni cuenta nos damos. Puede ser que nos quedemos sin duda alguna. De que no hay más. Y de pronto, de la nada, surge un pedazo de expectativa. Sin planearlo.

Se puede notar la delgada línea. La separación de seguir así y poder cambiarlo. Y la esperanza no tiene nada que ver. Ni los planes que hagas. Casi nunca se hacen realidad. Al menos que te empeñes en las cosas o actividades que te brindad paz. Tranquilidad.

Por naturaleza, parece ser, mi quisquillosidad ante el ambiente puede destrozar mi mente. Me sumo en la desesperación de no poder llevar a cabo mi fin. Luego el calor, la ignorancia, el ruido, la peste y la incapacidad para sentirme bien dan al traste con mi tan preciada actividad.

Miles de ideas pululan en mi cabecita y solo dos se pueden realizar. A veces ni dos. Que fatalismo.

Por más drogas que intente nada cambiará. Todo seguirá igual. Por más que quiera hablar y ver todo seguirá igual.

Lo bueno es que llegará la noche y todo lo anterior desaparecerá. La energía volverá a mi y podré hacer lo que quiera. El viento refrescará mi espalda. Los colores aparecerán e inundarán mis pupilas. Hablaré y veré el rostro amado. Y las drogas surtirán efecto. Yea.

En pocas palabras: ¡Odio el calor y la música grupera!

2 comentarios:

manu dijo...

el buen marlo branquio!! hace un rato que no te leo y que no escribo, bueno solo como terapia contra los putos españoles que tanto odio por racistas! jajajaja.

saludos desde el paraiso alternativo(cancun)

limbocolectivo dijo...

Orale! Que gusto que andes por aquí.
un saludo!