lunes, 17 de marzo de 2008

Bad ground.

De verdad no me acuerdo de mi vida antes de conocerle.

Debería estar junto a ti y no aquí.

Ya no sé si esto es cansancio, letanía o verdad.

Obscuridad calmante es lo que se ve y se siente.

Descubro paisajes en mi pared.

Tazas, desodorantes, cenicero, vela dentro de un vasito tequilero, aspirinas, diccionarios de sinónimos, inglés y un jabón azul en forma de nave espacial.

Y como siempre, últimamente, las cosas desaparecen en un vórtice de demandas internas. Demandas de piel. De voz. De pasos. De decir adiós o hasta luego. De cabellos. De ojos y de manos.

Creer que este período debe de terminar. No salir de aquí jamás. No vivo. Como dice la canción.

Saber que la “felicidad” no se complica tanto. Ahí esta, solo hay que saber degustarla.

La terapia ha resultado en un vacío. Ja. Joder con la terapia. Que funciona solo a medias.

Se intenta hacer lo que se puede. Pero nunca la satisfacción procede.

Con gusto daría un pedazo de mi reino por una tarde solo. Sin nadie por aquí. Con un mundo vacío. Solo para sentir en verdad que se siente estar solo. Salir a la calle y no ver gente. Entrar a casas o edificios y no haya nadie. Ni un solo ser vivo. Ya después si quieren que regresen a sus lugares.

Pero nada resulta como se tenía planeado. Nada.

Por eso mejor hay que quedarse muerto y dejar que la corriente te deposite en los pies de algunos pordioseros hambrientos. Al menos mi cuerpo les serviría de alimento.

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