martes, 25 de marzo de 2008

Sube y baja.

A todos nos gusta adorar algo. Bueno, a casi todos.

Existen quienes adoran a su cabello. Hay quienes adoran a un perro.

Por extraño que parezca a veces nos es difícil saber que adoramos algo. Tienen que pasar años para darte cuenta cuanto adorabas tal o cual objeto. A veces lo que crees perdido y cuando lo encuentras es algo muy reconfortante.

“Pepito encontró de nuevo su moneda de la suerte, la cual había extraviado hace catorce años. Es por eso que viene llorando” me explicó una vez la mamá de Pepito. Hasta se hizo un collar con su dichosa moneda.

Otros adoramos momentos, acciones, caídas en cemento, arrancarse los vellos de la nariz, tirarse pedos, eructar, comer del suelo, sacar bachitas del basurero, escudriñarse la cara en medio de la gente, patear al enemigo, reírse del absurdo, no soportar el olor a niño sudado, comer nada, beber mucho, beber mucho más, no beber, drogarse, patinar en pleno verano, suicidarse, darse, completarse, verse, oírte, escuchar y sobre todo lo más importante Fumar.

“En cuestión de adorar, es como cagar” dicta el viejo refrán cantonés. Según esto me decía el viejito vecino de mi casa,“...pues todos cagamos igual pero siempre diferente...”.

Y como siempre tenía la razón.

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