miércoles, 19 de marzo de 2008

LA DIVERSIÓN DE MORIRSE.

La causa debe de haber sido la gran bola roja que apareció en el cielo en la tarde. Casi sin duda. Suspendida de la nada.

El frió se apoderó de cada unos de los humanos que se atrevía a caminar por la espesura del bosque. Rápidamente se metían en las cuevas diseñadas para eso. Para refugio en ocasiones como esta.

Adentro de las cuevas preparaban una fogata y calentaban bebidas extrañas. Tenían que esperar a que la Bola roja se fuera.

¿Pero que era ese extraño balón rojo casi naranja que flotaba sobre las nubes? Nadie lo sabía. Solo despertaba al antiguo temor que habitaba en cada uno de los humanos. El miedo a lo desconocido. Y aparte rojo.

Tras pasar más de diez horas la gran bola roja subió hasta desaparecer. Los humanos pudieron así salir de las cuevas. Observaron el cielo que ya era azul intenso. El sol brillaba con intensidad. Todos se abrazaron y partieron hacía sus casas.

Una vez más la gran bola se había ido. Lo que restaba del día siguió con normalidad.

Fue así que los animales se empezaron a comunicar con los humanos.

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