jueves, 27 de marzo de 2008

Hoy no hay nada.

Hoy me acorde de algo. Y de cómo se le debe de hacer para que no sea tan rudo el despertar.

Permanecer tranquilo ante las tremendas descargas casi eléctricas del sol.

Sé que por más que me mueva no se va a quitar. Solamente se te escurre por dentro.

Como palpitan las sienes. Como me ardían los ojos. La boca seca con las comisuras blancas. El cabello se me caía en mechones. Los dientes duelen. La garganta ruega por agua. Como si se tratara de un concurso para ver quien es el más miserable.

Proseguir ante el mareo. No dejarse inmutar por las manos dormidas. Ni las piernas rotas. Ni por el dolor de espalda de tanto fumar. Mis pulmones se están acabando. Sin embargo un cigarro más entra sin cuidado. Hablar por teléfono al doctor. Ir al consultorio. Recibir miles de pastillas. Tragarlas. Y dormir de nuevo sin que un brazo te pase por la espalda.

Me consuela el viento y unas luces que se mueven por el aire.

Vaya recuerdo.

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