jueves, 29 de noviembre de 2007

Ensarte.

Despertar, abrir los ojos, desear que estés completo. Y no. Te hace falta un pedazo de carne. Alguien te ha mordido y te ha dejado un gran hueco en el lado derecho de tu abdomen. No sientes el mínimo dolor, pareces estar anestesiado. Observas el hoyo con un gesto de extrañeza
-- ¿Y porque no sentí tremendo mordiscon? -- te preguntas metiendo el dedo en el orificio.
Lo sacas manchado de sangre y lo hueles. Tu olfato te asegura de que sí, es sangre.
Todavía medio dormido te acomodas en el filo de tu cama. No dejas de mirar como sangra tu herida. Piensas y piensas más y no logras recordar quien fue o qué te ha mordido.
Habrá sido la chica de pelo rojo?, el chavo de lentes oscuros?, mi novia?, El Capitán?
Cierras los ojos y visualizas la noche de ayer. Y nada. Recuerdas todo. Hasta cuando te fuiste a dormir todavía completo. Y la herida no duele. Solo esta ahí. Sangrando.
Te la tapas con una simple camisa negra. Sales y buscas gentes pero estas solo en la tremenda casa. ¿A donde habrán ido?
Te metes al baño y te ves la cara. Te tallas los ojos y ves otro hoyo en el costado de tu cabeza. Has sido cuasidevorado y no te habías dado ni cuenta. Ahora si estas alarmado. Corres por la casa. Y te convences de que estas absolutamente solo. Tú y tus heridas bien profundas.
Retomas la calma que te causo la primera herida.
Te diriges hacia la cocina. Abres el refrigerador y tomas dos pedazos de bisteck y checas que se acomoden en tus herridas. El de tu abdomen queda como mandado a hacer. Pero el de tu cabeza se ve raro. No checa. Parece como si te hubieran dado un balazo. Y pues como que no te convence la idea de traer un pedazo de carne colgando de tu cabeza.
Así que te pones gorra y te sales de la casa.
Y así tu día comienza.

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