lunes, 26 de noviembre de 2007

Has escuchado a un

Los Nunca son como los Oompas-Loompas de La fábrica de chocolate, solo que más gandallas.
Es muy raro verles de día. Por lo regular siempre acuden a tus llamados en la noche. Lo más seguro es que ni los veas. Más bien los escuchas. Se sienten como cuando sale vapor por la boca cuando hace frío. Y solo se materializan cuando de plano ya es imposible no verles. Imposible no ver a un Nunca cuando la situación mas potente haya pasado, cuando la discusión ha llegado a su punto cumbre, cuando de plano te sientes derrotado por todo. Ahí es cuando salen dando brincos por todo el lugar donde te encuentres. Y se avientan a tu cara. Te tocan el cuerpo y pareciera que se quieren meter en ti. Hay Nuncas muy molestosos. Y otros que de plano no se sienten que estén por ahí. Por mas que hagan payasadas no los ves ni los oyes. Los molestosos son grandes y malencarados. Y todo el día están detrás de ti. Como cuidándote. Para que no te olvides que te tienen vigilado.
Una vez, hace varios años, estaba sentado platicando con una amiga. La cual estaba medio molesta por una situación que se nos fue de las manos. Era una semi discusión por la caída del precio del dólar. Entonces me soltó una frase demoledora: ¡Nunca más te daré información tan importante, NUNCA!
Esa fue la primera vez que un Nunca apareció frente a mis ojos. Era de color rojo. Y se fue como de rayo.
Y si. Mi amiga Nunca me volvió a dar información importante.
Después de eso de vez en cuando se aparecían pequeños Nunquitas. Uno por ahí otro por allá. No muy importantes. Hasta que una vez hace relativamente poco tiempo pude ver al mayor Nunca antes visto. Bueno al menos yo no había visto a un Nunca tan pesado. Era gris y grande como un auto compacto. Mediano como para 5 personas. Se tambaleaba de un lado a otro. Parecía una gelatina de anís gigante. La provocación para que tal emanación se me apareciera fue porque en una reunión de trabajo mi jefa vió como me servía de más del ponche. Me dijo no sin antes apartarme de la gente. Yo pensaba que me quería seducir. Y entonces me lo soltó. Clarito y muy bajo: Nunca, pero oyeme bien, nunca te sirvas más que tú superior. ¿Lo entiendes? NUNCA: mis ojos respondieron a su aliento. Parpadeé e hice la cabeza para atrás. Me arregle el saco y me moví a una maceta que estaba cerca del balcón. Tiré lo que aproximadamente me había servido y me uní a la fiesta. Gulp! Que pena sentía. Lo extraño fue que en esa ocasión el Nunca demoró más de lo normal en dejarse ver. Era pequeño y azul. Muy delgado. Casi transparente. Y se quedó sentado al lado de una chimenea falsa que tenía la jefa en su sala. Me miraba como si estuviera muy triste. Cabizbajo me dirigía miraditas. Que Nunca tan raro, pensé.
De esa fiesta salimos muy tarde. Al otro día estaba crudo. Y el Nunca me siguió hasta la oficina.
Me siguió a comer. Me siguió de vuelta al trabajo. Y de ahí a mi casa. Se queda a dormir entre la ropa del closet y ahí se duerme.
Eso fue como 7 meses atrás.

No hay comentarios: