lunes, 4 de febrero de 2008

Bang

Últimamente he recordado la primera vez que maté a alguien.

Estoy seguro de que fue en defensa propia. Si no lo hubiera hecho él me hubiera matado a la primera oportunidad. Sin lugar a dudas.

Además se estaba pasando ya mucho de lanza. Se dirigía a mis seres más cercanos como si no valieran nada. Pasaba por la casa y les faltaba el respeto de manera absurda. Y ellos sin deberla ni tenerla tenían que aguantar sus insultos. Y eso me sacaba de mis casillas.

Así que un buen día me decidí. Me conecté con los chacales del barrio para que me consiguieran una pistola. La cual me costó 1,200 pesitos. Nada mal para ser mi primera fusca. Me iba al terreno baldío para entrenar a gusto. Además siempre había cohetes que explotaban por los santos. Así que nadie iba a notar la diferencia entre los cohetitos de la iglesia y mi pistolita.

Por fin llegó el día. El muy cabrón, como siempre venía pedísimo. Se acerco a la casa y comenzó a gritar de grosería a mis padres y a mi esposa. Puta madre. Corrí a mi cuarto, saque la pistola de su funda y me dirigí al patio para enfrentarlo.

--Ora si a ver si muy piche machito. Le dije apuntándole con la pistola.

--Ayayayy, ¿A poco si muy machín?—Me decía tambaleándose de un lado a otro.

--Pues como veas wey.

--Y tú crees que con esa madre me vas a espantar…Chinga tu madre, estas pende…

No termino de decir la frase célebre. Mi dedo ya había accionado el mecanismo que disparó la bala que se incrustó en su pecho. La segunda fue a dar en su cara haciéndole volar parte del cráneo. Y la tercera le dio en el cuello, que casi ni le doy pues ya se estaba cayendo el muy puto.

--¿A ver? ¡Ahora quien es el pendejo! Le gritaba al cuerpo al mismo tiempo que salían mis jefes y mi esposa santa.

--¡Que hiciste en el Nombre de dios!—Me dijeron los tres en coro.

--Pues es que ya me había cansado. Pinche mono mamón. Además ni quien diga algo. Ya tenía asoleado a todos. De castigo ahí le va otro plomazo. Pum. Este le dio en lo que quedaba de cara. Pulpaface.

Mi esposa se puso a vomitar de la impresión. Mi papá me quito la pistola y se fue corriendo quien sabe a donde. Solo mi jefa se quedo viendo al piche muerto y le corrió a los perros que ya se había acercado a comer los sesos que quedaron esparcidos por el suelo.

Poco después llegó la tira. Pero yo ya estaba rumbo al gabacho. Me la pelan los pinches puercos.

Y ahora pues se me vino a la memoria ese cabrón. De haber sabido que tú serías el segundo pues mejor ni me vengo para acá. Así que…

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