martes, 19 de febrero de 2008

Disfrutando de la luna.

Yepas yepa gritaba toda la gente. LA fiesta se ponía cada vez mejor. Silverio estaba tocando de pelos. Nosotros estamos sentados en unos silloncitos cerca de la entrada. De pronto Rebeca se pone enfrente de mí y se saca una teta de su vestido. Me la enseña y a todo aquel que estuviera cerca. Me levanto y me voy por un redbull con vodka. La fiesta es un hotel abandonado. Y cada cuartito es una galería de un artista. Alma fue la que atendió ese menester y nosotros fuimos sus vasallos del arte. Llenamos un pasillo con globos cubiertos de imágenes de revista porno. Además nos dimos tiempo de filmar un corto sobre los nazis y sus hornos en la azotea del lugar. Yo interpretaba a un coronel alemán, Osvaldo soldado y Roberto era, creo, que un premier comando de la SS. Lo cagado es que la organizadora del evento era judía y nosotros nos paseábamos por el lugar con playeras del Afrikan Corps. JA cagado.

Después en la nochecita ya se armó el evento y pues por ahí anduvimos. Baile y baile, chupe que te chupe. Nos salimos de ese lugar un poco hastiados de la escena quesque artistiquè del centro de la ciudad. Caminamos por no sé que calle y me detuve en la entrada de una vecindad. Unos acordes de guitarritas llamaron poderosamente mi atención. No provenían del hotel. Para nada. Venían de la vecindad, así que metí y me maraville al ver unas banditas de rock muy rikis. Le avisé a mis amiguitos y nos metimos literalmente hasta la cocina. Ahí nos alimentaron sanamente y nos dimos un bajón. Monchis time. Agua de Jamaica y toda la cosa. Cerveza la que quisiéramos. Pensaba que todo era producto de mi mala imaginación. Pero no. La vecindad de pronto se transformo en un lugar muy exquisito. La luz era azul y las bandas se discutían con la música. Un aliviane después del estruendoso puchi puchis condechi del evento anterior.

Ahí conocí a Ruth. La quise hacer mi novia pero el movimiento fue nulo. Estaba enamorada de Roberto. Ruth era conejillo de Indias de su novio. El cual era químico o dealer de ácidos. Y ella los probaba todos. Así que la morrilla estaba medio tripi. Dormimos en su cuarto y al otro día me cargaba una cruda de medalla de oro. Llegué de nuevo a casa Osvaldus y ahí me contaron toda la historia que me perdí por irme con Ruth y Rebeca. Después nos curamos la minicruda vimos películas y dibujamos. Un fin de semana cualquiera en el Bulín de Donceles.

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