martes, 19 de febrero de 2008

Por mas que hago no lo puedo olvidar...

Ese maldito ojo. ¿Quién, como y en donde se va uno a imaginar encontrarse un cíclope en plena ciudad? Y desde luego trabajando en un macdonals.

Teníamos tanta hambre que no nos importo entrar en el famoso restaurant que es hossteado por un payaso diabólico. Con tal de aplacar a la perra nos metimos. Lo primero que notas es el olorcito extraño a comida y el aire acondicionado. Fresco pues afuera el calor esta de los mil demonios. Solo das un paso y ya estas sudando de todo el cuerpo. Luego observas alas multitud formada por una mísera hamburguesa y la dichosa cajita feliz. Niños: Por doquier. Corriendo, llorando, mamando leche, riendo, gateando por el piso encima de una mancha recién hecha con helado. Y ruido. Mucho. Voces y más voces y música muy precisa. Para que le dé hambre a los chamacos. Música movidosa igual a niños queriendo bailar. Niños bailando calorías quemadas: Comida mamá. Más refresco, más azúcar Por favor!

Pero en una cola no había mucha gente. Solo había una pareja y una viejita encorvada por la edad. Le calculé unos 125 años. Los chavos tendrían entre 18 y 22. Pero ellos estaban detrás de la gorda más gorda que haya visto en mi vida. A esa no le calculé la edad sino el peso. Fácil rayaba los 280 kilogramos. Así que nos formamos en esa fila rápida. La viejita no medía más de metro y medio así que podíamos ver a la parejita dándose unos besotes. Cuando les toco a ellos ser atendidos se detuvieron en seco. Para poco después avanzar lentamente. Después siguió la viejita. Nosotros seguíamos platicando como si nada. Rozaste mi mano y se me paró el pito. Y a ti se te pararon los pezones. Clarito los vi.

Vimos como la viejita se iba medio temblorosa. Normal para alguien de su edad. Después pedí mi mactrio. Pero puta madre. Nada me habría preparado para tal evento. Hasta mi verga se puso flácida al instante. Tú soltaste un Órale que Pedo y tus pezones ya no sobresaltaban en la playerita. Yo me paralicé en seco igual que la pareja. Antes de reaccionar escuche la linda voz: ¿Qué vas a ordenar? La ó el dueño de la voz tenía un solo ojo y no en la frente sino que casi lo tenía en el nacimiento de la nariz. ¿Qué diablos es esto?, ¿Qué chingados le paso a este cabrón o cabrona?, ¿Cómo le hablo?, ¿Nos le quedamos viendo en su ojo como cuando hablas con la gente normal y la observas a los ojos? Lo peor es que te miraba directito a ti. Y con una sonrisa de Mister Happy pasada de lanza. Nos sacó del pedo el manager y más con su pregunta: ¿les atiende bien gabiiii???

Nos vimos y respondimos al mismo tiempo. Zi Muiy Bienn, contestamos igual de sonrientes que Gabi. Pedí mi orden y me bombardeo con las preguntas de siempre: Por 5 pesos más se lleva una linda CARACONUN OJO, o sino por 10 pesos más y un combo especial de la película “Ojitos Divinos nunca los voy a Olvidar”. ¿Este? sí. Ese mero. Después pediste tu no se qué pero no le podía dejar de ver ese pinche ojo. Como se movía de lado a lado queriendo observar todo. Pero no podía así que también movía la cabeza mientras te hablaba. Y con su gorrito a rayas. Su pelo todo grasoso y mal peinado. La muy fashion hasta un piercing en el labio traía. Parecía un emo. Pero con un ¡Solo ojo! Futa. Feo la cosa esa. Porque tenía un look andrógino de pa`su mecha. Y luego su vocecita toda chillona y bajita. Como si le estuviera doliendo cada parpadeo que daba con su ojito. Aparte pude ver el color del ojo. No era natural. Entre violeta y amarillo. Gacho.

Me preguntaste poco después de salir de la fila: ¿Viste que tenía un solo ojo? Yo te contesté: no mames. ¿A poco tenía un solo ojo? No me di tinta, he? Y tu seguiste: Si wey, tenía solo un ojo. Hasta me dio miedo. Hice un “mpf” y te dije: Si no mamut, estaba gachito el tipo. ¿Qué no era tipa? Me dijiste. Pues quien sabe pero se veía uncool. O sea he visto gente deforme pero este wey se paso de lanza. Además ¿Qué hace aquí trabajando? Debería de estar en otro lugar. No en un macdolnalds. Saca de onda a los morros y además frikea a la banda.

Volteamos al mismo tiempo para verlo de nuevo. Solo que estaba atendiendo a un niñito que le sonreía y el Ciclope Gabi le daba un helado gigante.

Nos volteamos, nos vimos y con los ojos nos dijimos: Que pendejos.

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